miércoles, 10 de junio de 2009

Entre árboles y semillas. El arte de crear un bosque.


Por Nin

Algunos crean música, otros cuentos y narraciones virulentas, algunos crean más que imágenes sobre óleos, otros esculturas y danzas delicadas. Hoy todos los anteriores se han unido para crear un bosque que susurre melodías, cuente anécdotas, dibujando con sus ramas al aire, que figure estatuas y relieves varios que danzaran al son de un viento espectacular... Toda una verbena.

Las grandes experiencias a menudo se hacen esperar, y el campamento en la Pacanda ya comenzaba a catalogarse como mito rural después de posponerlo un par de veces. Hundidos entre contratiempos relacionados con compromisos personales, sobre todo aquellos referentes a la multipremiada Tiranía Escolar, nos hicimos un huequito en la saturada agenda de cada uno de los juatarhus para embarcarnos el pasado sábado 6 de junio a la isla de la Pacanda (un poco más abajo podrá usté apreciar el letrerote que nos lo anunciaba).


Arre pues. La mañana de la citada fecha pintaba para ser larga y ajetreada, pero bastante inusual. Alistamos mochilas, cobijas y demás equipo profesional, y nos trepamos en una ballena con ruedas -si, con ruedas- directo a la Troje. Hicimos una pequeña parada en la plaza, y Toto se despidió momentáneamente, pues ese día fue su exámen para la universidad. A lo largo del camino aquel balénido mecánico, se fue llenando de muchachones madrugadores -eran como las 9 de la mañana- y entusiastas.

La Troje. La primera reforestación Juatarhu.

Ya llegados a la Troje, se nos entregaron cedros y pinos para sembrar, se nos cedió un terreno para explayarnos agustote y comenzamos el trabajo. Los pocos árboles que había en aquel terreno nos hicieron tregua ante el sol matutino pero veraniego. A pesar de la poca experiencia -y de que no habíamos desayunado- terminamos el trabajo con un relativo éxito.

Oliendo a tierra y apabullados por el hambre matutina, nos encaminamos a la plaza de Pátzcuaro, donde nos dimos un momento de esparcimiento deleitándonos con un coctelito de frutas bañado en chile y limón; estando ahí recibimos el mensaje de que Jarco (quien se encargó de darnos el taller de campismo) y Toto ya estaban cerca. Los encontramos y de inmediato nos encaminamos a Puacuaro, donde sería el embarque hacia la Pacanda.
El embarque resultó bastante divertido, y el desembarque fue tan rápido que ni lo sentimos... Lo único que sentíamos era un profundo deseo por engullir algo sustancioso.















La Pacanda.Taller de campismo, Juatarhus alrededor del fuego.

Después de paladearnos unos charales, regresamos donde reposaba nuestro equipo de campismo, y procedimos al primer paso, que fue armar nuestro refugio. Mientras unos armábamos tiendas, otros trataban de mantener el resto del equipo en orden, los chicos de la Pacanda amablemente se encargaron de conseguir leña para la fogata mientras Cardiela acomodaba los trozos de leña que le iban dejando para construir dicha fogata. Momentos despues nos encontrábamos alrededor del fuego, compartiendo con los lugareños agradeciéndoles que nos permitieran crear ese cuadro y persuadiéndolos para que la timidez la arrojaran al fuego. Después de habernos presentado, se nos invitó a cenar unas ricas quesadillas y un exótico atole de tamarindo. Aparentemente la noche Juatarhu en la Pacanda apenas terminaba, sin embargo esa enorme luna nos anunciaba que apenas comenzaba, y aquel fuego nos pedía solemne que lo acompañaramos, aunque fuera solo por esa noche.

Y asi sucedió, algunos no ocupamos nuestros lugares en las tiendas de campaña y dormimos de frente al fuego.

Nos levantamos muy temprano (como había dicho al principio de la presente, somos muchachos madrugadores) se nos informó sobre nuestro intinerario. El desayuno (abundante, por cierto) resultó excelente para lo que se nos aproximaba. De ahi fuimos a la Telesecundaria de la isla, donde se nos dio el taller de siembra. Y ahí estábamos, Juatarhus y lugareños, con pinta de oligofrénicos todos metiendo las manos a la tierra con cara de felicidad (no nos culpen, esa tierra estaba bien chida) llenando nuestras bolsitas con la misma, cada una destinada para un par de semillas. Terminando con el taller de siembra, ya encarrerados le seguimos al asunto de la reforestación, y como en la telesecundaria no nos cupieron todos los árboles que llevábamos, nos movimos a la plaza de la isla, donde terminó nuestra obra forestal. Llenos de tierra, asoleados, llenando un pequeño hueco en el estómago con frituras inmundas, sentados en un banquita de la plaza, así nos veíamos al finalizar. Pero los Juatarhus aún no estaban satisfechos, y en cuanto las frituras inmundas se terminaron, algunos intergantes de la brigada hicieron un pequeño equipo y jugaron un picadito de basquet con los chicos de la Pacanda. El juego resultó bastante emocionante, aunque el equipo de Juatarhu recibió una paliza, no importaba. Todos estábamos más que satisfechos.

Fuimos a engullir la última comida en la isla, que supo a gloria a nuestros valerosos jugadores (supongo, porque yo no jugué), terminamos, dimos las gracias a la señoras que estoicamente se dedicaron a alimentarnos ese par de días, dicho sea de paso, siempre amables y con una sonrisa en el rostro. Nos encarreramos para regresar al campamento y levantar tiendas, enrrollar cobijas y recojer basura. Deduzco que nos enarreramos demasiado, porque esperamos la lancha un largo rato. Ese rato nos limitamos a tocar percusiones y mirar a horizonte, estábamos verdaderamente agotados. La lancha llegó, no sé como la habremos mirado, pero supongo que salivamos y hasta miedo dábamos. Subimos las cosas tan rápido como cuando desembarcamos y nos dirigimos de regreso a Puácuaro. El lago salpicaba y yo trataba de no mirar el oleaje del lago, por las terribles y bochornosas consecuencias que traería. Llegamos a Puácuaro exitosamente. Cargamos las camionetas y nos encaminamos a la residencia Merino-Amezcua.

El recuento.
Nos reunimos con Cardiela, hicimos un recuento de lo logrado, de lo aprendido, de lo valorado. Hablamos sobre como organizarnos para reforestaciones posteriores, sintiendo una enorme satisfacción para con nosotros. Hablando de manera personal, creo que el campamento sirvió para enlazarnos más como compañeros, como amigos y como brigada.

Regresando a casa con un agradable sabor a tierra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario